Cuando la pobreza energética no es sólo otra pobreza más
Originalmente publicado en la web de ISF Madrid
Reflexiones sobre la naturaleza de la pobreza energética
El pasado sábado 28 de febrero en Madrid, la Plataforma por un Nuevo Modelo Energético realizó una acción contra la pobreza energética.
Hace unas cuantas semanas, un ministro se pronunció sobre este problema diciendo que la pobreza energética era como cualquier otra pobreza. Que en el fondo, todas derivaban de la falta de empleo. Y que estaban en eso de solucionar la falta de empleo. En otras palabras: que no iban a hacer nada específico con la pobreza energética porque si tuviésemos trabajo podríamos pagar sin problemas nuestras facturas energéticas de la misma forma que podríamos pagar la hipoteca, el alquiler, la compra del supermercado, los libros para que estudien los niños o, si vamos sobrados, una ronda de cañas a los amigos.
Y no le falta parte de razón: yo, que me encuentro entre los afortunados con trabajo digno, puedo pagar todo eso y no sufro pobreza energética ni amenaza de desahucio ni desnutrición. Pero la sentencia del ministro es falaz; de apariencia lógica pero en el fondo... dejémosla como medio verdad.
Tres razones desmontan la frase del ministro.
Demasiado desempleo durante demasiado tiempo
El argumento más evidente es el que podría aplicar al resto de “pobrezas”: los altos niveles de paro en España van para largo. Lo dicen hasta los organismos internacionales que el Gobierno cita para justificar la recuperación. Si sólo nos quedamos únicamente en este diagnóstico, la lógica obligaría a tomar, como poco, medidas asistencialistas mientras las políticas de fomento del empleo surten efecto. Por ejemplo, si no hay dinero para comida, fomentar bancos de alimentos o si no hay dinero para los estudios, dar ayudas a la compra de libros. Son dos ejemplos que tratan de mostrar medidas adaptadas a la necesidad o, si me permiten, a la pobreza específica que se trata de paliar.
Para el caso de la pobreza energética, se han planteado varias propuestas como la prohibición de los cortes de luz durante los meses de invierno, la profundización de la tarifa social, que el corte de luz no sea tal sino que se quede en una limitación a una potencia muy reducida o una tarifa más progresiva. Desgraciadamente, todo este tipo de medidas, cuando se han planteado, se han bloqueado por el Gobierno o el partido que lo sustenta.
Implicación para el desarrollo
Las organizaciones que han trabajado en países y comunidades empobrecidas lo hemos aprendido muy bien: la energía no es como cualquier otro servicio. El acceso a servicios energéticos avanzados supone un salto cualitativo enorme en la calidad de vida porque se necesita energía para todos. Y cómo y cuándo se utilice condiciona el tipo de sociedad que se va a construir. Los ejemplos son numerosos. Éstos incluyen la posibilidad de que los niños puedan estudiar cuando ya se ha ocultado el sol, el acceso a la información y la comunicación con el resto de la comunidad, cocinar, refrigerar (que puede tanto suministrar vacunas como alargar la vida de los alimentos), y muchas otras actividades básicas.
Existe una gráfica muy utilizada que relaciona el índice de desarrollo humano (en ordenadas) con el consumo de energía (abscisas). Hasta ahora, esta gráfica la utilizábamos para enseñar dos cosas:
La primera, que con un poquito de mejora energética, se puede mejorar mucho la calidad de vida de los países empobrecidos, por lo que merece la pena hacer el esfuerzo de dotar un mínimo de servicios energéticos apropiados.
La segunda, que una vez llegados a cierto nivel de desarrollo, el incremento de consumo energético no supone apenas un incremento adicional de desarrollo humano. Sin embargo, sí que supone un aumento significativo de los impactos ambientales, lo que nos hace reflexionar sobre nuestro sobre-consumo energético en los países “desarrollados”.
La pobreza energética en países como España supone una relectura de esta gráfica: que una familia recorra el camino inverso y caiga en un brutal descenso de su desarrollo humano. Con el agravante de que son familias que siempre han vivido y aprendido a vivir en entornos que se desarrollan con servicios de gran consumo energético. Un ejemplo, una comunidad rural de los Andes que deja de tener luz eléctrica es más probable que se adapte a volver a utilizar leña. O podemos considerar el teléfono móvil como un artículo de lujo. ¿De verdad es un lujo en una sociedad hiperconectada? Se puede vivir sin móvil, sí, pero ¿se puede vivir dentro de nuestra sociedad sin móvil? Y obviamente, para el móvil se necesita energía.
Pobreza energética supone expulsión social y eso no es una pobreza “como cualquier otra”.
Sistema energético
Pero el sistema energético no es como cualquier otro sistema. Tiene sus consideraciones estructurales y afirmar que la pobreza energética es “como cualquier otra pobreza” es no pensar en esas consideraciones estructurales.
La fórmula que resulta en la pobreza energética es muy sencilla y la Plataforma por un Nuevo Modelo Energético nos la recuerda continuamente:
Bajos ingresos + Precios altos de la energía + Baja calidad de los edificios = Pobreza energética.
El ministro sólo apuntaba al primero de los términos pero quedan otros dos. Empezaré por el último, que es muy fácil: si la baja calidad de los edificios es desencadenante de unas necesidades energéticas muy altas, una medida a medio plazo muy evidente es desarrollar un plan de mejora de la calidad energética de los edificios. Desgraciadamente, ni está ni se le espera.
Los precios altos de la energía darían para escribir un libro entero que desgrane el modelo energético, el oligopolio, las consecuencias de dicho sistema y las alternativas surgidas desde la sociedad civil organizada… ¡Espera! ¡Ya se ha escrito! Se llama “Alta Tensión. Hacia un nuevo modelo energético”, escrito por varios autores y coordinado por los incansables Cote Romero y J.V. Barcia. No os lo perdáis.
Por todo esto, la pobreza energética no debería simplificarse a la frase “es como cualquier otra pobreza”. Primero, porque cada pobreza tiene sus propias consecuencias y orígenes, y en el caso de la energética los efectos son diversos y multiplicadores (frío, imposibilidad de cocinar o refrigerar alimentos, des-comunicación, brecha social…), y segundo, que desde luego no es una excusa para no combatirla, fundamentalmente cuando hacerlo es competencia y consecuencia directa del gobierno.
Nos vemos en la acción contra la pobreza energética. Desgraciadamente, será necesaria.