Resiliencia, diversificación y energía
Capacidad de adaptación, diversificación de fuentes o, como diría tu abuela, no poner todos los huevos en la misma cesta.
David nos desarrolla en borrador las tres leyes de la resiliencia encumbrando la diversificación y por extensión, la red distribuida. Está pensando en redes informacionales, en proyectos empresariales y, por supuesto, en energía, así que intentaré entrar al trapo.
1.- Cuando tus objetivos se basan en recursos ajenos de una única fuente, tu éxito pertenece al mundo de la incertidumbre
2.- Cuando dependas de distintas fuentes podrás medirlo como una probabilidad
3.- Esta probabilidad será mayor cuanto más distribuida sea la red en la que se basa cada una de las fuentes
En el mundo de la energía se va mas allá: si tu país o tu empresa energética depende de una única fuente de energía, de una única tecnología y/o de un único suministrador externo estás perdido... y ahí no hay incertidumbre posible: la condena está garantizada. Sin embargo, y como en todo, el sector energético tiene sus peculiaridades empezando por ser un mercado en el que domina la economìa de la escasez, muy al contrario de las economías de la información, donde prevalece la lógica de la abundancia.
En el sector de la energía se habla de seguridad de suministro. Y se trabaja en tres aspectos:
Fuentes de energías autóctonas. La primera ley de la resiliencia introduce un matiz clave, el recurso ajeno. Un recurso no autóctono significa un recurso incontrolado, así que una estrategia típica es la de favorecer las energías que se producen dentro de entorno de control. Si es un gobierno, estaremos hablando del territorio nacional. Y a veces, que las empresas que lo explotan están bajo tu paraguas (¿os suena lo de los campeones nacionales?). Dentro de esta lógica están las primas a las energías renovables (energías típicamente autóctonas) o las ayudas al carbón nacional. Pero hay otra estrategia muy utilizada que consiste en transformar el recurso ajeno en propio. Debemos incluir dentro de esta lógica a la obtención de nuevos derechos de explotación por parte de empresas energéticas, el control de la tecnología de explotación de dichos recurso (know-how, patentes) o los movimientos geopolíticos por parte de ciertos países para controlar determinados yacimientos ¿Reino Unido con las Malvinas? ¿EE.UU. con Irak?
Diversificar fuentes de energía. Lo decía al principio: No poner todos los huevos en la misma cesta. Si bien muchos precios energéticos están muy vinculados al precio del crudo, diversificar te permite una cierta flexibilidad. Por otro lado, los suministradores pueden ser muy diferentes, a pesar de que los precios y/o los recursos no lo sean, con lo que las negociaciones permiten otro tipo de juegos: la famosa geopolítica de la energía. Ya la Comisión Europea sugirió que, de cara a garantizar el suministro energético europea, era necesario tener en cuenta (e introducir) el factor energía en cualquier conversación y/o negociación con países no europeos. Que el gas del mar Caspio pueda venir a Europa por la via rusa-ucraniana o por la vía turca entra dentro de esa estrategia de diversificación dentro de la misma fuetne de energía.
Almacenamientos estratégicos y sobrecapacidad. Sobredimensionar la capacidad de producir o suministrar energía. Hay que pensar a largo plazo, pero también a corto: que un barco metanero no llega, que una central nuclear está parada por recarga, que Rusia cierra durante unas semanas el grifo del gasoducto, que la ronda de negociaciones por el precio del crudo se alarga más de la cuenta, que hay sequía y la producción hidráulica está bajo mínimos. No es sólo una cuestión de diversificar riesgos, también lo es de que el resto de los recursos no afectados por ese imprevisto tengan la capacidad de suplir la necesidad.
La diversificación es la clave y si la primera ley de la resiliencia instauraba establecía cómo tu sistema energético puede condenarse, la segunda nos apunta a cómo tenemos más probabilidades de salir inocentes.
Sin embargo, entiendo que la resiliencia debe ir más lejos. No es sólo que su sistema energético sea capaz de afrontar muchos imprevistos, sino también que tu sistema energético tenga la capacidad de modificarse, tanto en su mix de tecnologías como en las infraestructuras que lo soportan para adaptarse a los nuevos retos. Puede ser una escalada del precio del petróleo, un cambio en la percepción social del riesgo nuclear o la necesidad de reducir drásticamente nuestras emisiones de gases de efecto invernadero. Desde ese punto de vista, una red distribuida tiene todas las papeletas a ser más resiliente. ¿Pero realmente lo es?
Hace poco enlacé un fragmento de entrevista en la que se ponía de manifiesto que Francia está preocupada por la interconexión con España porque considera nuestro sistema eléctrico más vulnerable.
Aquí el sector eléctrico vuelve a desmarcarse con las redes informacionales. Curiosamente los sistemas centralizados tienden a ser más estables ¿más robustos?¿más resilientes? Incluso a pesar de que sean más vulnerables a los cambios estratégicos. La energía, especialmente la electricidad, no es sólo una cuestión de cuánto generas, sino de cómo, porque su interconexión es fundamental. La imprevisibilidad en la generación y en el consumo, la regulación de la tensión y la frecuencia, la generación/consumo de potencia reactiva, los armónicos de la red y otros aspectos técnicos son propios de la red eléctrica que tradicionalmente se controlan mucho mejor con sistemas energéticos centralizados. Mucho más incluso que con una "smartgrid". Esas redes inteligentes son la forma de darle a las redes de generación/consumo distribuidas una robustez y una estabilidad que ya tenían las redes centralizadas para que permitan incorporar fuentes de energía renovables y distribuidas (o mayor porcentaje de ellas)
Está claro que la caída de una instalación de generación grande es más crítica que la caída de una instalación pequeña, pero aún con una incorporación progresiva y masiva de la generación distribuida en nuestro sistema energético, nada hace pensar que vayamos a dejar de necesitar las grandes instalaciones, importantes, como digo, para garantizar la estabilidad de la red.
Por lo tanto, en ciertos aspectos, las redes distribuidas pueden hacer más vulnerable la red ante cierto tipo de imprevistos bastante cotidianos (control de la red y calidad de suministro) pero ganaríamos en diversificación, en generación autóctona y seguramente, en capacidad de adaptación del sistema en sí ante cambios estratégicos y a largo plazo. ¿Más resiliente?
Nota: las gráficas son de elaboración propia a partir de datos de REE (avance de datos de 2009) y del Ministerio de Energía Frances (Sin aclarar año)
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